Editorial mítica



Es por todos sabido que en los Palos Grandes hay unos chinos radicalmente distintos a los chinos que uno conoce. Que allí se come una cosa tan diferente como deliciosa pero quién sabe hecha con qué ingredientes. Lo que seguro nadie sabe es que al fondo de la cocina hay una puerta diminuta donde sólo cabes si entras gateando y que luego de recorrer un túnel húmedo, caliente y resbaloso –sí, se parece a eso que están pensando- se llega hasta una escalera de caracol que sólo se puede subir (y bajar) reptando. Arriba está un cuarto acolchado donde, con camisa de fuerza, habita el chino más viejo y sabio del mundo.

Sólo él podría responder a nuestras preguntas, esas que a nadie podíamos preguntar, mucho menos a los hermanos Chang: ¿Quiénes son ellos? ¿De dónde vienen y por qué? ¿Dónde van (y a dónde nos llevan)? Ya lo saben, las mismas preguntas que nos hemos venido preguntando todos los hombres en todos los tiempos desde los días de la hoguera.

El más anciano, sabio y venerable de los chinos se acomodó en la posición de loto, pidió un cigarrillo (que había que dárselo a fumar bocanada a bocanada) y volteó los globos oculares hacia dentro. Y entonces, en un trance de metralleta, dijo:

Es evidente que los hermanos Chang llegaron en una nave espacial que aterrizó en esta valle antes que los conquistadores, que esa nave nodriza fue cubierta más tarde por los diluvios, se fue cubriendo de lodo, vegetación, animales. Es lo que hoy llaman ustedes el Ávila. Si excavan y buscan bien la encontrarán; pero caerá sobre todos una maldición casi peor que la que ya ustedes están pensando.

Es evidente también que cuando Dios quitó una costilla a Adán para hacer a Eva se dio cuenta de que le sobraba una mitad. Arrancó el pedazo que necesitaba para hacerla a ella y el otro lo lanzó contra el suelo. La media costilla desechada sufrió una fisura pero no se fracturó del todo; y mientras Dios creaba a la primera de las mujeres, su obra más perfecta, el único pedazo de paraíso que conoceremos los hombres en la tierra, no se dio cuenta de que la otra mitad de la costilla también se las arreglaba para respirar. Es evidente que de allí nacieron los Chang.

Es evidente también que nosotros no existimos, que somos el sueño de alguien que nos está soñando. Un sueño simultáneo compartido por dos hombres, dos hermanos. “Chang” en la lengua olvidada de los primeros hombres que habitaron China significa “soñador”.

Se acabó el cigarrillo (bueno, quedaban como tres caladas, pero la verdad es que nos estaba dando cosa que el viejo nos chupara los dedos) y entonces los ojos del anciano volvieron a mirar hacia el frente. “Ahora váyanse y difundan la buena nueva, de lo contrario despertaré a quienes nos sueñan”.

Descendimos por la escalera y atravesamos el túnel de vuelta (es una forma elegante de decirlo, la verdad fue que rodamos todo el trecho y caímos en medio del restorán).

“Es evidente que esto no es flor de ajo”.

“Y es evidente que estas berenjenas están hechas con una asquerosidad deliciosa que es mejor ni preguntar”.

Eso fue lo primero que logramos articular una vez recobrado el aliento y con las servilletas encajadas en el cuello de la camisa.

“Y es evidente que este pana está muy loco”.

“Sí, qué cantidad de disparates. Mejor le preguntamos a los que de verdad saben”.

Y precisamente eso hicimos, le hicimos las mismas preguntas a la gente que realmente sabe. Y si no saben, inventan.

Bienvenidos sean a la Mitología Chang, donde todo el misterio queda científica e históricamente comprobado. Bueno, más o menos...

Fedosy Santaella y José Urriola (mitólogos y mitómanos)

3 comentarios:

  1. Amigos con rostros, paso leo y saludo

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  2. ¿Los hermanos chang desaparecieron para siempre? ¿Quebraron de alguna manera todos sus negocios? ¿Fueron asesinados? No, sé que eso sería imposible. Díganme que se fueron en un largo viaje y que regresarán sin duda, que se les ha complicado el regreso y por eso no sabemos nada desde mayo. Siempre han sido misteriosos, trataré de seguir recordándolo.
    De verdad son un mito

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