Dicen por ahí

Maria Dolores Torres


Es de muchos sabido que los hermanos Chang eran originalmente Chang y Eng Búnker (apellido asignado por inmigración en los Estados Unidos), famosos gemelos acoplados y nacidos el 11 de Mayo de 1811 en al antiguo reino de Siam. De padre chino y madre china-malaya, fueron conocidos en el mundo como los gemelos chinos.

En 1824, el capitán Abel Coffin compró los derechos para exhibir a los “siameses” en circos, presentándolos como monstruos de la naturaleza. Esta trágica compra sería, según la opinión del psicoanalista argentino Gunter Woroski, quien los ha estudiado a fondo a través de los años, el punto que marcaría el comienzo del eterno deseo de venganza de los hermanos hacia la humanidad.

En 1832, después de haber hecho giras por Estados Unidos y Europa (en Francia no los dejaron entrar –segundo golpe a los hermanos y origen de su odio particularmente desmesurado hacia los franceses), rompieron su contrato con Coffin (y también rompieron su cráneo) y comenzaron a trabajar con el célebre empresario de circos, P.T. Barnum, con quien se presentaron hasta 1839, momento en el que decidieron dejar esta lucrativa pero humillante profesión para dedicarse a la agricultura en Carolina del Norte.

Una vez dedicados a la vida de campo, los hermanos Chang y Eng conocieron a las hermanas Adelaide y Sarah Ann Yates. Con ellas se casaron en una ceremonia doble en 1843. Durante los años de matrimonio Eng tuvo seis hijos y cinco hijas y Chang siete hijas y tres hijos.

En Enero del 1874 Chang, quien se había vuelto adicto al alcohol, murió a los sesentaitrés años de edad por un derrame cerebral. Eng falleció minutos después, se dice que de miedo, al sentir en carne propia la muerte de su hermano.

De manera extraoficial se supo que en ese momento, un famoso científico europeo compró los cadáveres de los siameses y los trasladó a su laboratorio de Transilvania, en Rumania. Nadie sabe a ciencia cierta qué hizo el científico tras las puertas amuralladas de su casa, pero el hecho es que los habitantes del lugar vieron salir una noche a dos chinos vestidos de negro que abandonaron el lugar tomados de la mano. Una semana después, la policía encontró, dentro de la casa del científico, varias bolsas de granos conteniendo múltiples trozos de un cuerpo humano. Entre ellas, la cabeza del renombrado doctor.

Fuentes extraoficiales dijeron que los chinos regresaron a Estados Unidos a buscar a sus mujeres e hijos y, tras haberse mandado a hacer unos retratos por Basil Hallward, el mismo artista que pintó a Dorian Gray, y unos pasaportes falsos en los que se adjudicaron el apellido Chang, cargaron sus pertenencias (retratos incluidos) y se mudaron a Venezuela, específicamente al pueblo de Turmero, donde se supone que viven desde aquellos tiempos. En el cementerio de dicha localidad, se encuentran enterradas las hermanas Yates y los 21 hijos que tuvieron entre los cuatro.

Cerca del campo santo, los dos viejos chinos atienden un negocio de flores de papel para los que no pueden darse el lujo de comprarlas naturales para sus muertos. La policía local les tiene el ojo puesto porque sospechan que este negocio es simplemente una fachada tras las que se cometen actos delictivos indescriptibles. Pero nunca han podido encontrar pruebas definitivas que incriminen a los hermanos chinos. Se dice que aprendieron mucho en su época de actores de circo. Sobre todo malabarismo.

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